Con la llegada de las vacaciones de invierno, Juan Pablo, un empleado administrativo de un estudio contable porteño, decidió concretar un viaje a los Estados Unidos, más precisamente a las cálidas playas de la Florida.
Cuando comentó la decisión con sus familiares y amigos, sucedió lo que ya preveía: recibió los clásicos pedidos para la compra de perfumes, productos electrónicos y algo de indumentaria.
Lo que lo sorprendió, sin embargo, es que años atrás, los que le solicitaban este tipo de favores eran, a lo sumo, dos o tres allegados. Ahora, en cambio, recibió una verdadera catarata de pedidos.
La decisión por la que Juan Pablo decidió concretar este viaje -y por la cual familiares y amigos automáticamente lo inundaron con solicitudes de compras- no obedece a un comportamiento caprichoso.
Por el contrario, es la realidad de una “Argentina cara en dólares” que debe soportar gran parte de la clase media. Los sueldos son cada vez más altos en pesos, pero eso no significa un mayor poder de compra en el mercado doméstico.
Sin embargo, al estar el tipo de cambio anclado y al tener más pesos en el bolsillo, la realidad pasa a ser diametralmente opuesta cuando se busca comprar fronteras afuera.
Así las cosas, con la posibilidad de adquirir más billetes verdes, los argentinos están reeditando una versión aggiornada del clásico “deme dos”, un fenómeno que tuvo lugar a fines de los setenta -en plena gestión del entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz- y posteriormente en los noventa, durante el apogeo del uno a uno, épocas que se caracterizaron por el muy fuerte poder adquisitivo de los turistas en el exterior.
Juan Pablo, sin saberlo, forma parte de un grupo cada vez más numeroso de consumidores que ve cómo actualmente le resulta más conveniente vacacionar fuera del país y, de paso, aprovechar para hacer un poco de shopping.
Sin ir más lejos, el año pasado, cuando cobraba un salario de bolsillo de $5.400, este empleado administrativo necesitaba destinar el equivalente a 1,15 sueldos para comprar un paquete para viajar a Miami cotizado en 1.600 dólares, con vuelo y alojamiento incluido.
Sin embargo, tras recibir una mejora salarial del 20% –casi u$s250 más por mes-, actualmente debe destinar 0,97 salarios para hacer frente a la misma compra.
Y esta fórmula también se repite a la hora de adquirir todo tipo de artículos en el exterior, como cámaras digitales, notebooks o incluso ropa, donde las diferencias con la oferta argentina llegan a ser mucho más amplias.
Vuelve el "deme dos"
Esto que experimenta Juan Pablo es lo que está sucediendo a nivel macroeconómico: más allá del impulso por la recuperación de la actividad, las importaciones también se están acelerando por el avance del atraso cambiario y la conveniencia cada vez mayor de adquirir bienes importados.
La mejor muestra de esta tendencia fue lo que ocurrió en mayo pasado, cuando las compras de productos del exterior crecieron un 72% interanual, convirtiéndose así en la variación más alta de los últimos 68 meses.
Sin embargo, más allá de los grandes números, los expertos hacen hincapié en este fenómeno paralelo, que resulta invisible para los registros estadísticos, pero que desnuda las debilidades de la industria nacional: la “microimportación”, es decir, aquellos turistas que salen al exterior empujados por el dólar débil en la Argentina.
Consultado sobre este punto, Eric Ritondale, analista de la consultora Econviews, no dudó al destacar que “se está viviendo una nueva versión del deme dos”, en relación a las épocas durante las cuales los argentinos volvían del exterior con sus valijas cargadas de artículos.
“Es cierto que hay diferencias con la época de la convertibilidad. El dólar no está tan fuerte como hace más de una década, pero hay similitudes: cada vez es más atractivo comprar afuera y, a medida que avance la inflación, esta tendencia va a ser cada vez mayor. Durante la convertibilidad la diferencia de precios se mantenía a pesar del paso de los años. Ahora eso no sucede, los bienes argentinos se encarecen de manera sostenida y se vuelven menos atractivos para los bolsillos”, destacó el analista.
En la misma línea, Alejandro Espora, coordinador de Estudios Macroeconómicos y Sectoriales del Banco Ciudad, también aseguró que se está ante un resurgimiento de una versión remixada del “deme dos”.
“Los argentinos se están convirtiendo en microimportadores. Si comparamos con lo que sucedía en los últimos años, al turista con cierto poder adquisitivo hoy le cuesta cada vez más barato viajar a centros de veraneo clásicos, como Miami, mientras que las ventajas se diluyen si la opción es Río de Janeiro, por ejemplo. Esto sirve para ilustrar lo que sucede con la industria nacional, que hoy es más competitiva con Brasil que contra EE.UU.”, destacó Espora.
Por su parte, Raúl Ochoa, miembro del comité académico de la Fundación Standard Bank, aseguró que “hay toda una cultura instalada en la Argentina del turismo internacional y la suma de inflación con tipo de cambio relativamente estable tiene un impacto inmediato en estos segmentos de la población. Cuando sucede esto, la gente empieza a comparar precios internos contra los del exterior y esto los motiva a cruzar las fronteras”.
La tendencia fue confirmada días atrás por la propia Presidenta que, en el marco del lanzamiento del flamante Ministerio de Turismo, sostuvo que en 2009, a pesar de que la crisis mundial generó una caída en la actividad, la cantidad de turistas argentinos que viajaron al exterior creció 8%, alcanzando una cifra récord de casi 5 millones de personas -1 millón más que en 2008- que gastaron fronteras afuera más de 4.000 millones de dólares.
Y la tendencia está haciéndose más marcada: según datos del INDEC, durante el primer trimestre del año, en concepto de “viajes”, los argentinos erogaron de sus billeteras u$s1.600 millones, la cifra más alta desde el verano del 2001.
Para Espora, este auge del turismo internacional es un claro síntoma del fantasma del atraso cambiario.
Otro dato que refleja este comportamiento es que los argentinos están usando cada vez más sus tarjetas de crédito en el exterior: según datos del Banco Central, el saldo global en dólares de los plásticos argentinos alcanzaba los u$s130 millones los primeros días de julio. Esto implica una tasa de variación del 35% sobre el mismo mes de 2009 y del 50% sobre 2008. El dato es clave y muestra el nivel de consumo de los turistas argentinos ya que en el país no se permiten compras en moneda diferente a pesos.
Desde el Banco Credicoop aseguraron que la tendencia es muy clara: "En nuestro caso, el saldo de cartera en dólares de nuestra tarjeta Cabal aumentó un 59%" con respecto al año pasado. En este contexto, adelantaron que, para estas vacaciones de invierno, esperan incluso una leve suba de los consumos respecto del récord logrado meses atrás.
Los productos más buscados
A la hora de analizar cuáles son los “objetos del deseo” de los turistas que salen al mundo, el economista del Banco Ciudad aseguró que “lo que se está abaratando mucho es todo lo relacionado con la electrónica y la indumentaria. Con la salida de la convertibilidad, lógicamente comprar afuera era desventajoso. Pero a partir de la presión inflacionaria que viene viviendo la Argentina y las trabas aduaneras, los bienes nacionales, en algunos rubros, se tornaron mucho más caros que los importados”.
En el centro de Miami, por ejemplo, actualmente es posible encontrar camisas a partir de los u$s10. En cambio, en la Argentina, que en los últimos doce meses padeció una inflación en esa divisa superior al 15%, un producto similar comercializado en un canal de ventas equivalente, no baja de los u$s30, es decir, resulta tres veces más caro.

En la misma línea, para comprar un jean básico, que en EE.UU. se vende a partir de los u$s15, en la Argentina hay que desembolsar, como mínimo, u$s50.
En lo que se refiere a zapatillas deportivas, las marcas de primera línea comercializan modelos a partir de los u$s40 en Miami, mientras que en el país el precio base duplica ese valor.
Por el lado de la electrónica, las cotizaciones de las notebooks ensambladas en el mercado doméstico llegan a costar el doble de lo que se paga en los EE.UU.
Más controles a los “microimportadores”
En este contexto, hace pocas semanas la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), impuso “canal rojo” obligatorio para todos los turistas argentinos que regresan al país. Esto implica que el 100% de los equipajes son escaneados.
Una fuente vinculada con el negocio de la importación, que pidió estricta reserva de identidad, consideró que “estos mayores controles responderían, en parte, a un pedido de las terminales que ensamblan artículos electrónicos en el país, que veían como una amenaza a los productos importados que traen los turistas”.
iProfesional.com consultó a autoridades de la AFIP sobre este punto, pero desde el organismo de fiscalización destacaron escuetamente que la medida obedece a una estrategia para evitar irregularidades en general y eliminar los privilegios de quienes ingresaban al país eludiendo controles.
Quejas de los empresarios
En este contexto, mientras los turistas que pueden viajar aprovechan los “bajos” precios, los industriales locales no ocultan su preocupación ante el tan temido atraso cambiario, que los perjudica frente a la competencia externa.
A la hora de consultarlos si son "prodevaluacionistas" expresan que no se sienten así, que no persiguen un valor alto de la moneda como fin último y aseguran que el verdadero problema es la elevada tasa inflacionaria que ostenta el país.
“En mercados como Miami estamos viendo precios que en la Argentina sólo se consiguen en canales de venta como La Salada. Necesitamos urgente que se le suelte la mano al dólar si no queremos estar inundados por productos importados”, disparó un empresario del sector de la indumentaria, que pidió mantener su nombre en reserva, dadas las sensibilidad que genera hablar de “devaluación” en momentos en que se utiliza al billete verde como ancla para la inflación.
En este contexto, Mariano Kestelboim, economista jefe de la Fundación ProTejer, entidad que nuclea a la industria textil local, reconoció que estas diferencias de precios con EE.UU., en parte, obedecen a que “el tipo de cambio real está en niveles bastante cercanos a los de la convertibilidad, por efecto de la suba de costos y las crecientes presiones salariales”.
Sin embargo, también recalcó que “hay variables que todavía juegan a favor, como el precio de la energía y el transporte, que son subsidiados por el Estado y mejoran los costos que teníamos en los 90”.
Más allá de esto, el economista aseguró que “las empresas del sector necesitan un tipo de cambio más elevado para que la moneda nacional esté más depreciada, porque lógicamente las importaciones así se encarecerían, mientras que las exportaciones se abaratarían para el resto del mundo y nos harían más competitivos. Pero, de todos modos, entendemos que el modelo todavía incentiva la producción”.
En este contexto, se quejó de las comparaciones de precios entre un mercado como el argentino y el estadounidense y defendió los valores que se manejan localmente: “Hay que tener en cuenta que EE.UU. es la economía más competitiva a nivel mundial en lo que se refiere a ventas minoristas. Además, tienen una escala enorme, los consumidores recambian su guardarropa todos los años. Si acá una persona compra dos jeans, en EE.UU. adquieren 4 o 5”.
A esto le sumó que los precios están fuertemente influenciados por los costos de comercialización, que se van sumando una vez que el artículo sale de fábrica.
¿El fin del dólar alto como pilar del "modelo K"?
Así como la convertibilidad supo transformarse en símbolo de los noventa, la expresión “tipo de cambio competitivo” fue sinónimo de uno de los pilares del modelo económico de las dos administraciones kirchneristas.
Sin embargo, el viaje del “billete verde” por las nubes no está siendo tan prolongado como pretendía parte del empresariado argentino.
En efecto, expertos comenzaron a alertar que el dólar caro está a punto de quedarse sin combustible y que la “autonomía de vuelo” ya tendría fecha de caducidad.
De la mano de un proceso inflacionario firme y paulatino que viene experimentando el país, los últimos vestigios de la divisa estadounidense como aliada de los exportadores y de los industriales que dependen de las barreras para hacer frente a las importaciones, están agotándose.
Desde la consultora Economía & Regiones destacaron que “en la actualidad es poco lo que queda del modelo productivo”, dado que “el tipo de cambio real se ubica tan sólo un 30% por encima del de la salida de la convertibilidad” (cabe recordar que ese indicador llegó a estar casi 200% en 2002 y fue bajando paulatinamente hasta el nivel actual).
En otras palabras, a la hora de analizar la competitividad del “made in Argentina”, a pesar de que el dólar nominalmente está cerca de los $4, al tipo de cambio le queda muy poco poder de fuego, dado que su valor real –es decir, considerando la inflación tanto nacional como de EE.UU.- es de apenas $1,30, tan sólo $0,30 por encima del nivel de fines de 2001.
¿Qué sucedió con el resto del colchón? Se esfumó por efecto de la presión inflacionaria.
Es cierto que la relación bilateral es una parte de la foto y que hay otros mercados más gravitantes que EE.UU. para la Argentina a la hora de comprar y vender, como es el caso de Brasil, China y la Unión Europea.
Sin embargo, el agotamiento de la competitividad del tipo de cambio real bilateral es todo un símbolo de los tiempos difíciles que empiezan a correr para la industria nacional, ya sea a la hora de colocar productos en el exterior como al intentar competir puertas adentro con lo importado.
En este sentido, desde la consultora Ecolatina destacaron que “si bien el tipo de cambio nominal no se mantendrá fijo, se depreciará a un ritmo menor que el alza de los restantes precios de la economía. Esto implica un fuerte deterioro de la competitividad externa por el marcado incremento de la inflación y de los salarios en dólares”.
Es así como, según sus proyecciones, “en 2011 el tipo de cambio real bilateral se ubicará en torno de los niveles de fines de la convertibilidad”, una proyección que es compartida también por el Banco Ciudad.

Además, desde Ecolatina alertaron que, “si se mantiene la paridad real de las monedas de nuestros principales socios comerciales respecto del dólar, la competitividad multilateral –es decir, con respecto a las monedas de los países con los que comercia la Argentina- se ubicaría 30% por debajo del promedio de las últimas dos décadas”.
En este contexto, Eric Ritondale destacó que “para todo 2010 estimamos una inflación del 25% y para el año que viene creemos que se va a mantener firme en torno al 28%. Como contrapartida, en 2011 viene el dólar se ubicaría no más allá de $4,75. Es cierto que se trataría de una devaluación mucho más marcada que la de este año, pero aun así, el Gobierno no podrá evitar el fin del dólar caro. Casi no queda margen para ganar competitividad”.
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